No hay coincidencias absolutas en el ámbito de la economía global, con respecto a si, finalmente, el esfuerzo humano logró impedir que el Covid-19 continuara avanzando, después de que su presencia dominante obligara a que la voluntad humana, la investigación científica y el emprendimiento industrial reaccionaran mancomunadamente en contra de dicho enemigo.
Inclusive, aún persisten argumentos, hipótesis y explicaciones descriptivas sobre la causa del problema, y acerca de los efectos adicionales que pasaron a convertirse en reales repercusiones en el sistema humano de vida, de convivencia, y de trabajo.
Y tantos son esos por qué, adicionalmente, que no son resumidos los que, a partir de la presencia del virus, el sometimiento al encierro familiar, el fallecimiento de infinidades de seres humanos, la inevitable desaparición de miles de unidades laborales, debieron asumir lo sucedido como hecho histórico referencial positivo en la evolución de la manera como se vive, se trabaja y se produce, hasta manifestarse otro registro de una nueva revolución industrial.
Lo cierto es que mientras avanza el 2022, y reaparecen situaciones que dejan entrever la eventualidad de posibles nuevos hechos de contagio sanitario, como es el caso que ha estado ocupando la inquietud médica y sanitaria en la costa central de China, específicamente en Shanghái, en Europa se da el paso de desestimar el uso de tapabocas como recurso médico protector para hacerle frente al contagio.
Dos años antes, a los gobiernos les correspondió actuar para contener y tratar de evitar el avance del Covid-19; esos mismos gobiernos tuvieron a su cargo la exigente tarea del desembolso de recursos necesarios y suficientes para mantener a las familias bajo encierro y protección. Y a ellos, desde luego, queda la misión de intervenir en la reestructuración de condiciones para que renazcan las empresas, retorne el empleo, y la economía productiva se convierta en la respuesta oportuna para atender la demanda ciudadana de bienes y de servicios.
En Venezuela, por lo pronto, y mientras se intensifican apreciaciones y opiniones acerca precisamente de cómo hacer posible ese restablecimiento empresarial, y el renacimiento de las unidades económicas que se vieron afectadas por la presencia del caso sanitario, otros elementos se hacen presentes. Y, entre ellos, figuran la exigente misión de convertir la recuperación económica que ha emergido después de ocho años de contracción, con base en lo que se ha tipificado como sinergia imprescindible entre las fuerzas del Estado y disposición al riesgo de parte de la empresa privada.
Ahora, ¿será posible tal simbiosis entre ambos factores, además de la laboral, para que pueda registrarse, no el sostenimiento de la recuperación, sino la sustentabilidad del necesario crecimiento por el que el país viene demandando respuestas desde mediados de la década del 2010?
Desde el seno del sector formal comercial venezolano, dicho tema se ha convertido en una manifestación gremial continua. Y hay casos persistentes en la exhortación, pero también otros, como es el que representa el comercio de autopartes. En este caso, y en gran parte por el registro improductivo del ensamblaje automotriz que se ha presentado en el país, pero también por las dificultades a las que se ha enfrentado la industria sectorial venezolana.
La Cámara Nacional del Comercio de Autopartes (Canidra) ha coincidido gremialmente con la actividad formal en general por la impostergable necesidad de darle y garantizarle estabilidad a la continuidad de la recuperación del comercio sectorial en el país. Pero no como un hecho tímido y aislado, sino con base en condiciones que hagan posible la vocación de crecer sectorialmente, y de hacerlo a partir de la vigencia de instituciones fortalecidas, como de la importancia de garantizarle confianza a cada uno de los diferentes agentes económicos que están involucrados y comprometidos con la recuperación de la economía como un todo.
La tarea y los retos que están planteados, sin duda alguna, son exigentes. Así lo ha asumido el gremio sectorial. Y, sin duda alguna, conforma una parte del esfuerzo al que hay que prestarle atención y brindarle dedicación.
Recuperar las empresas que se vieron afectadas por el declive de la economía, es tarea de todos. Y si de algo está consciente Canidra cuando formula su exhortación al restablecimiento de las empresas, después de vivir y de superar las exigencias que se crearon también con la pandemia, es la de hacer posible que la necesaria vigencia de la armonía entre los agentes económicos de la economía, no se manifieste como un accidente. Sí, en cambio, como una respuesta abierta y transparente ante lo que demandan la economía, además de los propios consumidores.