La constitución en Venezuela del modelo de representación gremial de las empresas formales del país, fue posible, entre otras causas, a la presencia de ejemplos que ya se habían hecho presentes en otros mercados.
Eso había sucedido a partir de la creación de unidades productivas en dichos lugares, es verdad. Pero también por el empeño en estructurar organizaciones comerciales que se convirtieran en una especie de puente para el trabajo compartido, y que en esta parte del incipiente continente se manifestaron con mayor fuerza en las zonas portuarias.
Es a partir de allí que, en el caso venezolano, las agremiaciones dan sus pasos iniciales haciéndolo con base en la presencia de representaciones de nombres comerciales internacionales. Y adicionalmente, con expresiones económicas que llevan implícitas las inevitables connotaciones de países en los que principios, valores y razones de trabajo se identificaban con la importancia de la vigencia de bases en los que se sobresalían componentes determinantes. A saber: un Estado rector motivante de la actividad particular, y, desde luego, por la presencia de una ciudadanía emprendedora comprometida con la obligación del cumplimiento de las disposiciones legales.
Es la evolución económica internacional la que, desde luego, hace posible que la Venezuela comercial agrícola y pecuaria se adentre en la actividad petrolera. Pero también que otros principios y visiones del que debía ser el lineamiento base del esfuerzo empresarial criollo, pasen a ser la nueva rectoría del trabajo organizado, dando paso a una novedosa concepción empresarial ciudadana formal. Asimismo, a la necesidad de que, como sucedió a mediados de 1944, el empresariado venezolano decida dar el paso que habría de promover motivaciones similares en Latinoamérica: la constitución de Fedecámaras.
Pero ¿a qué responde la cita del hecho novedoso de entonces? Desde luego, al impulso de otros sucesos similares que se manifestaron en la expansión de la representación gremial, y que dieron paso a nuevas expresiones institucionales, entre las que sobresalió la presencia de la hoy Cámara Nacional de Comercio de Autopartes (Canidra).
No como cualquier manifestación representativa del comercio sectorial; sí, por el contrario, como el caso tipo de una nueva respuesta empresarial concebida para propiciar otros avances en el ámbito de la importación, el comercio de bienes de manufactura nacional y la capacidad para satisfacer plena y positivamente las necesidades de la demanda nacional de autopartes.
Precisamente, es este por qué y para qué, luego de más de 54 años de vida gremial, lo que proyecta gremialmente a Canidra en un rol dinámico con relación al que debe ser su desempeño en el ámbito sectorial, por una parte. Y también por su decisión de no divorciarse de la importancia que representa la solidaridad de su desempeño, con la figura activa de cada comprador de autopartes.
Comprador, en este caso, para el gremio sectorial se traduce en un verdadero aliado a quien se le debe comercializar bienes de calidad, a precios que no se conviertan en reflejo oculto de un engaño en la negociación, ni en un caso que desestime la importancia que tiene para el gremio sectorial honrar los principios y valores que condujeron a la conformación de la Cámara.
La vocería sectorial gremial, liderada actualmente a cargo de Roger Flores, ha expuesto reiteradamente que “las distorsiones del mercado, desde hace tiempo, han terminado castigando terriblemente a los propietarios de unidades automotrices, indistintamente de sus tipos y marcas. Y hechos de esa naturaleza deben ser identificados, y nunca resguardados”.
Desde luego, se trata de una tarea y misión que “no le corresponde exclusivamente al comercio sectorial”. Y es por eso por lo que, según Flores, “exhortamos a los propietarios de los vehículos a ser cuidadosos a la hora de comprar componentes, como de hacer adquisiciones que tiendan a propiciar negocios riesgosos para conductores y pasajeros”.