Recientemente, el sector terciario, organizado y formal de la economía nacional celebró su habitual encuentro anual en Venezuela. Fue una reunión en la que, una vez más, se reafirmaron los principios y valores de una actividad productiva en todo el país. También en la que, por más de medio siglo, se le transmite a la ciudadanía en qué consiste la dedicación a fortalecer la estructura institucional que sustenta el trabajo de los hombres y mujeres que promueven el comercio y los servicios en el país.
Las autoridades gremiales del Consejo Nacional del Comercio y los Servicios (Consecomercio), responsables del exigente encuentro, y como era de esperar, hizo sentir públicamente en la Capital de la República su voz contentiva de observaciones, reclamos, indicaciones y sugerencias.
Una vez más, en nombre y en representación de las Cámaras y Asociaciones mixtas que convergen en su base, expuso lo que cada actividad económica es, traduce y refleja con base en lo que cada una de esas instituciones describe ante el país.
Una sola voz gremial, entonces, le dijo al país lo que todas ellas, haciendo hincapié en el alcance de la proyección representativa del sector, se atreven a plantear, al exponer serias observaciones, a propósito de lo que se ha venido exponiendo desde finales del año pasado.
A partir de entonces, a Venezuela se le ha venido diciendo que, luego de casi una década de decrecimiento, la economía nacional ha dejado entrever evidencias de recuperación, rescatar su capacidad para hacer posible lo que la propia representación del empresariado venezolano había venido demandando.
Sólo que se ha tratado de una distribución de evidencias que, en este caso, se suman como añadidura a una diversidad de opiniones que, en su mayoría, han sido dirigidas a destacar lo que, a los venezolanos, y al resto del mundo, se les había convertido en necesidad extrema. Ante los argumentos que se han dejado entrever para evidenciar la citada recuperación económica, sin embargo, los indicadores han evidenciado asomos insustentables.
Todo en vista de que se mantienen distanciamientos entre las voluntades productivas del sector privado, y las respuestas que ofrecen las diferentes dependencias públicas, cuando ese empresariado demanda visiones y acciones que funcionen como garantes de avances continuos y en proceso de diversificación.
Y si hubo una constante que se dejó sentir durante el encuentro empresarial de estos días, sin duda alguna, fue la relativa a esa especie de combinación de esfuerzos sobre cómo hacer que la economía venezolana crezca, en las condiciones que las necesita el país, y la posibilidad de que dicho crecimiento encuentre atención, soporte y respaldo en el sector financiero.
¿A qué se debe que no se manifieste? ¿Cuáles son los requisitos fundamentales para que, a partir de un encuentro y relación convergente de esfuerzos, hay que poner en marcha, y convertir en un soporte vigoroso para que, de la difundida recuperación económica, se pase a crecimiento?
En el seno de la Cámara Nacional de Comercio de Autopartes (Canidra), y cuya representación en el encuentro de Consecomercio se refirió precisamente a este caso, la opinión es que es acertada la tesis de que no es posible la dinamización de la economía, mientras no haya créditos en el ámbito financiero venezolano.
Sobre todo, porque, definitivamente, si existe un elemento determinante para que se cambien las expectativas y las perspectivas alrededor de la economía, y que su desenvolvimiento se convierta en crecimiento seguro y constante, también tienen que darse pasos que se traduzcan en soporte continuo para la presencia y vigencia de la confianza. Condición sólo posible a partir de los acercamientos ciertos entre el Estado y la empresa privada.
Hay hechos foráneos que están influyendo en la posibilidad de que hacia Venezuela se desvíen decisiones que puedan traducirse en efectos favorables para la economía nacional durante los meses venideros. Sin embargo, las demandas internas convertidas en alternativas accidentales, dadas las condiciones en las que se encuentra precisamente dicha economía, tienen que responder a otros fundamentos. Y es en ellos en los que, precisamente, cree la empresa privada formal del país, y en los que, desde luego, también debería apoyarse el Estado venezolano.